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…………………….………Hay algo peor que la angustia de la página en blanco
.……………………………Algo peor que no tener ninguna historia que contar:
……………………….……es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.
…………………....……………………………………………………Fabián Polosecki
Era adolescente, regresaba despreocupada a mi casa cuando cerca de la entrada vi a un grupo de uniformados, algo usual por aquella época. Imprevistamente, un fusil me señaló la puerta y un soldado me ordenó:
-Entrá, pendeja, que la cosa no es con vos.
El miedo me apuró aunque no me impidió ver al hombre acostado boca abajo en la vereda, sus manos cruzadas sobre la nuca, rodeado por varios soldados apuntándole con sus armas.
Traspasé el umbral de mi casa sin comprender qué sucedía. No lo hablé con nadie, no se lo conté a nadie, ni siquiera esperé el desenlace espiando por la ventana.
El miedo se convirtió en cobardía y luego en indiferencia: ignoré esa situación y la guardé bajo llave.
Recordé ese hecho algún tiempo después, cuando la palabra “desaparecidos” comenzó a tener para mí un significado real, palpable, desgarrador. Cuando los desaparecidos comenzaron a golpear en las personas que llevábamos años de retraso respecto al dolor de quienes sufrieron la ferocidad y la omnipotencia de la dictadura.
Durante muchos años me sentí culpable por no reaccionar esa tarde. El rostro del hombre tirado en la vereda -un rostro que no alcancé a ver- se aparecía en mis noches tomando la forma de miles de rostros hasta finalizar en mis propias facciones, siempre formando mis propios rasgos, envueltos en culpa, indiferencia, cobardía.
Recién entonces tomé conciencia: la cosa sí era conmigo, era con todos.
Comprendí la necesidad de involucrarme con el dolor de las personas. Aprendí a no ser complaciente ante ciertas situaciones. Comencé a observar aquello que ocurre a mi alrededor.
Y fundamentalmente reconocí que no debo olvidar porque -según las palabras de Joan Manuel Serrat- “si uno no se acuerda exactamente de lo que pasó, es muy difícil que pueda valorar lo que tiene”.
Hasta el día de hoy me estremezco al pensar que ese hombre tirado en la vereda fue uno de los tantos…
Jamás olvidé a ese hombre sin rostro. Y jamás lo olvidaré.
Aunque era una pendeja, la cosa sí era conmigo.
Marzo 2006Publicado en la revista literaria con voz propia nº 38
©Analía Pascaner
Este relato está basado en un hecho real, presenciado en la puerta de mi domicilio, cuando "era adolescente y regresaba a mi casa". A.P.
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Mis saludos desde Santiago de Chile, un agrado leer-mirar este espacio de comunicación y cultura, un abrazo fraterno
ResponderBorrarLeo Lobos
Mail de Patricia Díaz Bialet
ResponderBorrar25 abril 2010
Queria felicitarte por tu sincero y despojado texto. Es realmente conmovedor todo lo que allí contás y de una gran valentía.
Cariños
Patricia
Muchas gracias Leo y Patricia, por sus palabras y por detenerse en este espacio literario.
ResponderBorrarMi cariño
Analía
Conmovedor hasta el temblor
ResponderBorrarabrazos
Mi querida Stella:
ResponderBorrarAprecio tus conceptos, muchas gracias.
Mi abrazo
Analía
hola soy eli te envié un mensaje por facebook no sabía que tenías tambien este blog que me enamoré.
ResponderBorrarun abrazo
Eli:
ResponderBorrarMuchas gracias por pasar por aquí.
Vi el mensaje de Facebook, gracias, sucede que no lo utilizo, casi nunca entro allí.
Recibí un saludito cordial
Analía
Coincido, Analía, y es necesario que tengamos valentía para decirlo, vos lo contás desde tu gran sensibilidad pero con la garra necesaria, va mi abrazo de amiga.
ResponderBorrarBetty
Querida Analía: qué bueno tu cuento y qué oportuno fue publicarlo el 24 de marzo. Es verdad, muchas personas callaron lo que vieron, otras mintieron. Otras se fueron. Otras lucharon. Dependía de las circunstancias y de lo que nos tocó vivir, y también cuán cercana era la persona que desaparecía. Este cuento es un alegato muy logrado , con un manejo del lenguaje muy natural y directo, que transmite el mensaje con claridad. Felicitaciones Irene Marks
ResponderBorrarMuy bueno Ani, para qué agregar más...
ResponderBorrarQueria felicitarte por tu sincero y despojado texto. Es realmente conmovedor todo lo que allí contás y de una gran valentía.
ResponderBorrarCariños
Patricia
Buenísima manera de recordar la historia reciente.
ResponderBorrarLo pondré en mi blog Sheerzada, por si quieres verlo.
Saludos fraternos.
Marta
PD una que no se fue, sino que la fueron.
Así es, Analía, la cosa era con todos. Gracias por ayudar a la memoria.
ResponderBorrarAbrazos
Alicia Perrig
Queridos Irene, Betty, Alicia, Marta, Patricia y Gustavo:
ResponderBorrarMuchas gracias por sus conceptos y por su tiempo para leer mi relato.
Mi cariño
Analía
Querida Analía: Este relato me estremece. Ya que yo viví algo muy parecido, solamente que mas de cerca. Nunca debemos callar lo que nos pasó. Es bueno que lo hayas volcado en este relato tan bien logrado, como siempre escribes. El lector no puede parar de leerte de principio a fin!.
ResponderBorrarUn abrazo con mi cariño de siempre
Xenia
PD: Acabo de encontrar esta casita tuya, me fascina!
Mi querida Xenia:
ResponderBorrarMuchas gracias por tus apreciaciones acerca de este relato.
Coincido con vos: no debemos callar lo que nos pasó, nos duele, nos preocupa, nos angustia. Ciertas situaciones siempre están latentes y de algún modo debemos exteriorizarlas, verdad?
Nuevamente muy agradecida por tus palabras. Me reconforta saber que te agradó "mi casita".
Mi abrazo y mis buenos deseos cada día
Analía